Ligero, voy a marcharme,
como ligero he venido.
Agito la mano levemente
para despedirme de las nubes del oeste.
Doradas ramas de sauces ribereños
son novias del sol crepuscular.
Sus bellas imágenes en el centelleante agua
flotan en lo hondo de mi corazón.
Algas verdes crecidas en tierra blanda,
resbaladizas, se mueven en el fondo del río.
Me gustaría ser una hierbecilla
en la ternura de las ondas.
No es manantial, es un arco iris del cielo
lo que está a la sombra de los olmos.
Triturado entre las lentejas de agua,
se sedimenta un sueño de arco iris.
A buscar dueño. Pujando con una pértiga,
conduzco a lo más verde de las plantas mi barca,
cargada de brillantes estrellas.
Voy a cantar a voz en cuello en su resplandor.
Pero no puedo cantar:
El silencio es la mejor flauta de la despedida.
Los insectos de verano también callan conmigo.
Silencio, esta noche, en el puente de Cambridge.
Ligero, voy a marcharme,
como ligero he venido.
Agito levemente mis mangas
y no me llevo ni el jirón de una nube.
(Xu Zhimo (1891-1931), en Poesía china. (Siglo XI a. C.- Siglo XX).
Edición de Guojian Chen. Madrid, Cátedra, Col. Letras Universales, 472,
2013)
LA OSCURIDAD DE LA NOCHE ME DIO OJOS NEGROS,
Y YO LOS UTILIZO PARA BUSCAR LA LUZ.
(Gu Cheng (1956-1993), “De una generación”)
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