La
idea nació en ti de una manera dulce: Dejar de ser. A menudo
buscabas en vano la respuesta a aquella voz inoportuna que estaba por
encima del cansancio y del abatimiento. Te apresurabas a escribir a
los que amabas, a decirles que te encontrabas bien, que hacías
muchas cosas, como si mentir fuese un exorcismo que tuviera el
verdadero poder de alejarte de aquella idea. Luego mirabas las
palabras escritas y te parecían tristes. La idea se había enviscado
ya en la carne como un tendón; Dejar de ser. La idea era la carne
misma. Como la camarera de una virgen arregla el vestido de la fiesta
esculpiendo cada pliegue meticulosamente, así, cada pliegue de tu
imaginación fue disponiéndose a la idea. Comenzaste a amarla cuando
te quedabas solo, como si la idea fuese una pregunta y tú su
respuesta. Todo fue natural y concebible; las tardes, los tedios, las
terceras personas. La idea siempre estaba allí; al fondo del día,
como un acontecimiento íntimo con el que jugabas. A menudo te decías
“Hoy” pero creías que el día habría de llegar blandamente,
como un verdadero consuelo, no como el fruto carnoso de la ira. Os
tocabais ¿con qué? Con aletazos, como auténticos amantes, la
muerte y tú. No querías elegirla, sino sentirte elegido por ella.
Eso haría los desiertos habitables y deliciosos. Y en verdad vino
como una amante; su gesto dejó de ser dulce y se volvió hostil, te
tomó como una bestia, te zarandeó, te cosió como a un saco sobre
su piel y te llevó a las alturas con los ojos consumidos de
tristeza. Desde allí te dejó caer. Qué misterioso eras en la
caída; tan delicado, tan fuerte; carne turbada, rostro intacto.
(Andrés
Barba. Libro
de las caídas.
Dibujos
de Pablo Angulo. Prólogo de Sergio Pitol.
Prefacio
de Javier Cercas. México D. F., Sexto Piso, 2008)
Ya
no te vimos más.
Tu
salto fue más veloz que tú mismo.
Ya
no pudimos disfrutar
de
la dulce anarquía de tu cuerpo;
habías
ido más allá.
Un
segundo antes del salto
todavía
habríamos podido correr
hasta
ti, decirte:
“Desde
ahora entendemos
todo
lo que dices,
todo
lo que piensas,
todo
lo que sientes.
Queremos
abrazarte
hasta
descubrirnos”.
siempre me pregunto quién sufre la caida...
ResponderEliminarme guardo esas palabras del final: "queremos abrazarte hasta descubrirnos"... bellas y para ponerlas en práctica!
un abrazo,