I
Han pasado casi diez años desde
que os envié el primer Jardín de flores
ajenas (fueron unas pocas páginas, que me pidieron unos amigos, sobre el
oficio de escribir, que se fueron ampliando y dieron pie a este blog).
Todo texto ha de entablar un diálogo
simultáneo con el Presente y el Pasado. Espero que también lo hagan los que aquí
he ido recopilando. Es probable que algunos, por fortuna escasos, hagan
referencia a mi biografía. Pido en tales casos mis más sinceras disculpas: no
pude evitarlo. Lo exiguo de Jardín de
flores ajenas III se debe mayormente a que pasé casi todo el tiempo –tiempo
de lectura, cada vez más escaso-- estudiando Derecho y Leyes sobre Educación.
(Así me he quedado.)
Los textos fueron copiados,
primero a mano, en decenas de cuadernos, después a máquina, y por último a
ordenador (es mi método de trabajo, es decir, una forma, como otra cualquiera, de
perder el tiempo). El único interés que pudiera despertar la mayoría de los
textos se debe, en buena medida, además de a sus autores (sobre todo autoras), a
que pertenecen a libros descatalogados o publicados sin apenas distribución o en
tierras lejanas. Que refieren películas, obras de arte o canciones destinadas, más
pronto que tarde, al Olvido (como todo, como todos). Traducciones perdidas, memorables;
textos que se leyeron en primeras o extrañas ediciones desaparecidas o volubles
con las décadas, los siglos, los años. (También fueron desapareciendo, por arte
de la indiferencia o de birlibirloque, del blog).
Quienes me conocen saben que no
sé trabajar la bisutería. (Risas).
Creo que a todos ellos les
sobrevuela la Muerte y la Belleza.
Son, en último término, un Canto
a la Vida.
Una ofrenda de amor.
II
Tender puentes, ése ha sido mi
sueño. Tales construcciones, que tanto me fascinan, han dado lugar a viajes,
cientos de fotos e innumerables páginas. Es mi única extravagancia, no es
ningún secreto.
Colecciono puentes.
Aún imagino que leo para
vosotros.
Muchísimas gracias.
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