I. SABBATH
No nos distrae la flor de pascua
No nos distrae la flor de pascua
blanca:
el loto florece;
hay
minúsculas perlas de sebo y de hielo
en
su cuerpo redivivo.
En
la oscuridad de la tarde,
cuando
la nevasca se cierne
y
nos separa
del
extravío de voces y de lámparas,
silencio
en el que recordamos,
pasajero
silencio,
silencio
en
el cerrarse de una puerta
mientras
algo más que la luz
se
desliza por el pórtico
y
rodea el muro del jardín
y
elude al ansioso collie:
lo
que no hemos logrado imaginar,
lo
que dimos por perdido,
lo
imprevisible, vacío como el hambre,
lo
que apenas percibimos
cuando
se filtra en esta
cuna
en llamas
por
un hueco
de
la escritura
IV. PENITENCIA
Tiempo para regresar y releerlo todo,
IV. PENITENCIA
Tiempo para regresar y releerlo todo,
cubriendo
de blanco las palabras que entiendes
hasta
que nada sea visible sino esto:
avergonzado, evangelio,
prudente, inexacto,
patrimonio, silencio,
golpe de estado.
Tiempo
para rehusar tus quince minutos de fama,
el
premio que ganaste y que no puedes aceptar,
la
letra pequeña del documento, la prima de no reclamación.
Fuera,
en la oscuridad, en el frío, en un destello de nieve,
algo
inesperadamente vuelve, para dar testimonio:
una
sombra, un fantasma, tu doble, u otro que
se
te parece, o que se parecería a ti, si estuvieras,
vuelve
para desentrañar el fantasma de un fuego extinto,
y
revolviendo la escoria y la ceniza, recobrar el ritmo del corazón.
V. ANOTACIONES MARGINALES
V. ANOTACIONES MARGINALES
ANTE LA PERSPECTIVA DE LA MUERTE
Se presiente como una puerta iluminada
Se presiente como una puerta iluminada
que
la mente podría traspasar como un actor
que
se encuentra de repente en la escena
largamente
ensayada:
un
mercadillo de pueblo, quizás,
con
redondos quesos
y
puestos con cordeles
y
pichones colgando;
una
estrecha callejuela que parece
familiar
en la tarde lluviosa,
el
brillo de las luces, el olor del pan,
las
ventanas, con sus desnudos maniquíes
retorcidos
y absortos,
como
los dibujos anatómicos de Grey;
y,
en ocasiones,
con
un poco de suerte,
aquella
ensenada en una orilla remota
de
la isla, donde nadamos
solos,
entre los peces,
en
un mar
tan
transparente
que
pudimos imaginarnos curados
y
de nuevo fieles
a
lo que solíamos saber:
el
cielo abierto,
la
canción de las cigarras.
X. MÁS ALLÁ
Cuando hayamos partido
X. MÁS ALLÁ
Cuando hayamos partido
nuestras
vidas seguirán sin nosotros;
cuando
menos eso creemos,
y
hasta tratamos de imaginar
el
hueco que dejaremos, lleno
del
fulgor de algún otro:
a
otro recogiendo los frutos
del
ciruelo del jardín;
sin
sacar nada en claro
que
no sea
el
fallido goce, la inarticulada
convicción
de que el después no vendrá
sin
que aceptemos
despegarnos
de las cosas
el
fantasma de un alma
que
solo aparenta ser
al
pasar.
(John Burnside. Dones.
Traducción de Juan Antonio Montiel.
Barcelona, Lumen, Col. Poesía, 195, 2013. El poeta en la imagen)
CONCÉDEME UN POCO MENOS
CON CADA AMANECER:
COLORES, UN HÁLITO DE VIENTO,
LA PERFECCIÓN DE LAS SOMBRAS,
LO QUE YA ESTABA AHÍ:
EL ORO EN LOS SURCOS DE MIS MANOS
Y LA LUZ DE LA NOCHE, QUE ARDE.
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