miércoles, 8 de octubre de 2014

Aun


Hasta el árbol que florece miente en el instante en que se percibe su florecer sin la sombra del espanto; hasta la más inocente admiración por lo bello se convierte en excusa de la ignominia de la existencia, cosa diferente, y nada hay ya de belleza ni de consuelo salvo para la mirada que, dirigiéndose al horror, lo afronta y, en la conciencia no atenuada de la negatividad, afirma la posibilidad de lo mejor

(Theodor W. Adorno. Mínima moralia. Reflexiones desde la vida dañada. Versión castellana de Joaquín Chamorro Mielke. Madrid, Taurus, 2001)

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