A
Társila Peñarrubia
I
Áspero
acorde
entre
flores de escarcha y rezagados
pájaros
de agua, por el roto techo
nos
sorprende. Quien llora es quien no sabe.
Porque
saber nos seca la mirada,
nos
colmata de espinas
la
boca. Oh flores blancas, flores simples
del
rosal primitivo, ahora compuestas
de
sangre mucha en agrupados pétalos,
de
tanta piedra que ha rodado el aire,
de
tanto viento que ha trizado súbito
la
opresión del acorde.
Queda un tasto
de
penuria en los labios, que no saben
al
vidrio limpio que se llama Escabas
sino
a desidia, a desazón, a sucia
pereza
por cumplir su prometido
curso
del agua al cielo cada pájaro.
II
(Convento del Rosal, Priego, Cuenca, 14 de julio de 2008)
Cada
piedra que cae de estos muros,
capitel
de pilastra o de columna,
basa
que el hurto eleva, clave huida,
quiebra
los limpios huesos de los muertos,
si
amapolas aplasta sangre seca
pulveriza
y nos hiela la memoria.
La
historia, así, se borra. Nos sustraen
cuanta
emoción hasta el sudor de origen
pudiera
remontarnos.
No hay memoria
como
nunca hubo arcángeles ni hubo
nunca
promesa ni esperanza ni aire
de
libertad. Los pájaros falsarios,
los
iris desplegados en gran cielo,
los
rosales en flor y sin espinas
nunca
se contuvieron en los vasos
de
insigne devoción. Y vaso no hubo.
Lo
supe apenas pronuncié sus nombres:
no
hay ángeles. Lo supe
cuando
leí la atroz verdad del tiempo:
el
hombre, con la muerte, se acabó.
De
tan cerca verdad ¿cómo nutrirse?
¿Con
qué pájaros de agua, con qué cárdena
música,
con qué gozo de la vida
disfrazar
la ruina? No haya engaño:
quien
ha cantado esta supervivencia
de
una esperanza convivida no
puede
responder, como se callan
los
arroyos, los prados, los celajes
que
al alma niega cuanto a vida suena.
III
(Convento del Rosal, Priego, Cuenca, 14 de julio de 2008)
Pero
si llega el ángel
de
penumbras vestido,
los
labios suaves y la piel translúcida,
no
le cierres la puerta, no le cierres
la
ventana a los pájaros de agua
ni
el alma a las armónicas de agua
ni
el curso a los infantes de las aguas,
vuela
en el blanco acorde
de
la sarga, el espino, los manzanos
y
tus sueños de ayer, mira que avanzan
tus
hijos y tus nietos por la senda
que
antes llevaba a las ruinas y hoy
los
acerca a las aguas soñaderas
por
donde el verbo en la esperanza afluye.
(Antonio
Carvajal. Un
girasol flotante.
Premio
Nacional de Poesía 2012.
Oviedo,
KRK ediciones, 2011).
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