Hoy sabe que
te amo el Paseo de los Tristes.
Bosquecillo y
ventorro que descendéis al río
en un dédalo
amargo de suspiros y besos:
bien habéis
desplomado mi inútil alegría
encendiéndome
solo con vuestro olor el suyo.
Pues Granada,
que suele demorar las promesas
y abrir a los
amantes sus salones de olvido,
Granada del
deleite fácil de las afueras,
en el umbral
me deja de los amenazado;
y una luna de
polvo solitaria en la Alhambra
copia en los
ajimeres mi pena y tu memoria.
Las tapias de
la cuesta del Chapiz se enrojecen
de imprevistos
abrazos, de fáciles deseos.
Un alumno que
baja tarde del Sacromonte
pretexta al
verme solo encender un pitillo.
Y hay algo que
en el puente de Aben Rasik me ata
a ti, tú la
más triste entre todas las plazas.
Fuente de la
rotonda, aluvión de ceniza,
rojas torres
que visteis mi amor entre arrayanes,
iglesias
coronadas por veletas y esferas,
fósforos
tentadores de “El Rey Chico” en la noche:
mi pabellón de
muerte os hará compañía.
Y cuando de la
Audiencia los gallos a la aurora
con su timbren
ensombrezcan la cuesta de Gomérez,
mis ojos
encendidos quedarán como lunas
marmóreas
junto a ti pensando, oh triste plaza.
Y un perro
inagotable las ladrará hasta siempre
en el pálido y
lento callejón de los días.
(Vicente Núñez. Los días terrestres. Madrid, Rialp, 1957)
¿A que te presentaste este año al Adonais?
ResponderEliminarSoy
siete veces más fuerte que tú
y veloz.
Y siempre estoy de buen humor.
(David el gnomo)
No, definitivamente no. Y madure, por favor.
ResponderEliminarJo. Disculpe ud, señor profesor.
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