jueves, 26 de abril de 2012

El imposible oficio de escribir



Por aquella palabra
de más que dije entonces, trataría
de dar mi vida ahora.

                                               ¿Vale algo
comprobarlo después de consumidos
tantos esfuerzos
para no mentir?

                               Toco
tu vientre y se desplaza el tiempo
como la sangre
en un embudo mientras
a ciegas nos buscamos. Sólo el riesgo
común ocupa el mundo, arrasa
el derredor, lo exprime
como una esponja, desordena
el engranaje de los hechos. ¿Cómo
poder saldar entonces
la ambigüedad de la memoria?

El imposible oficio de escribir
aproximadamente
la historia terminal del anteayer
de la vida, y más cuando
un incierto futuro se intercala
entre lo timorato y lo arrogante
me suele contagiar
de esa amorfa molicie
que entumece los goznes del deseo.

Pero no cejo nunca. Paraísos
vagamente resueltos
entre la oxidación del ocio, surgen
como reclamos, brillan
en ocasiones
con juvenil sabor a culpa.

¡Escapar de la mella de los días
iguales! En tanta libertad
¿se anudarán imágenes
que a su obstinado uso
me condenen, reduzcan el amor
a sus simulaciones?

                                              Lo que aquí
no está escrito es ya la única
prueba de que dispongo
para reconocerme, interrumpir
mi turno de erosión entre recuerdos
apremiantes.

                                                  Por aquella palabra
de más que dije entonces, trataría
de dar mi vida ahora.

(José Manuel Caballero Bonald. "El imposible oficio de escribir",
en La poética del 50. Una promoción desheredada.
Edición de Antonio Hernández. Madrid, Ediciones Endymión, 1991).

4 comentarios:

  1. "Lo que aquí
    no está escrito es ya la única
    prueba de que dispongo
    para reconocerme"

    Aun la única, es suficiente para Caballero Bonald y nos permite a los demás, pobres mortales, seguir leyendo.

    Es precioso, el poema.

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  2. Sobrecogedor y de una belleza que fulmina los sentidos para despertarlos.

    Saludos.

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  3. Por aquella palabra de más, y ¿aún hay tiempo? No quiero ser un Prufrock y tan a menudo me reconozco en sus pantalones caídos... Este poema es tan hermoso como feroz... Menos mal que su hermosura me aleja un poco de la ferocidad del paso del tiempo, y un poco más, de la certeza de reconocer siempre tarde su hachazo..

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