miércoles, 16 de marzo de 2011

Josefina Aldecoa (8 de marzo de 1926 - 16 de marzo de 2011)


La memoria no actúa como un fichero organizado a partir de datos objetivos. Aunque en cada momento escribiéramos lo que acabamos de ver o sentir, estaría contaminado por las consecuencias de lo vivido… Por ejemplo, si trato de recordar qué tiempo hacía el día que llegaron los alemanes a la ciudad de mi infancia, yo aseguraría que hacía frío. Quizá no fue así. Podría consultar libros o periódicos para comprobar la veracidad del dato. Pero yo sé que en mi memoria hacía frío. Es un recuerdo duro, enemigo. Por eso escribo: los alemanes llegaron en invierno. Recuerdo muy bien el día que los vi desfilar. Una banda militar les precedía entre una nube de banderas. Tocaban marchas brillantes y enérgicas. Los niños corríamos de una calle a otra para verlos. Nos colocábamos entre la gente para llegar al borde de la acera, a primera fila. «Son educados, fuertes, guapos», dijeron unos. Pero eran odiosos para otros, odiosos para mi madre porque su presencia significaba una ayuda a los rebeldes y un obstáculo grave para los defensores de la República.

«A mi tío el del bar», me contó en secreto Olvido, «le pusieron una multa por no alojar a un intérprete alemán. Bueno, le buscó una habitación en una fonda, pero a él no le gustó y le denunció. Lo de la multa lo pone el periódico, con su nombre y apellidos, y le llaman mal patriota. A él y a otros más, no creas…»

Los niños perseguían a los alemanes, les pedían las cajas vacías de sus cigarrillos rubios. «Alemán, caja finis.» Las cajas eran de latón dorado y plateado. En ellas se podían guardar muchas cosas: alfileres para jugar en la calle disparándolos con la uña para alcanzar los del amigo; botones sueltos, cromos de Nestlé, alguna moneda de cinco o diez céntimos…

«Escribe para recordar», dice mi madre cuando le hablo de estas cosas, «y para conjurar los fantasmas.» Escribo: cajas doradas, cajas plateadas, odiosas cajas alemanas, símbolo de un poderío ajeno y lejano.

(Josefina Aldecoa. Mujeres de negro. 
Barcelona, Círculo de Lectores, 1994)

2 comentarios:

  1. Oportuno, Fernando. Y acertado. ¡Cuánto me gusta esta mujer!
    Y me estremece ver cómo en un escrito mio de esta misma mañana hablo de un dolor que se muestra 'ajeno y lejano'. El texto que has seleccionado de J.A. termina así... 'ajeno y lejano'.
    Cosas del azar. Digo.

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  2. Aunque asiduo a tu blog, confieso que no había leído tu texto “Japón” (inteligente y certerísimo: http://menosquemarx.blogspot.com/2011/03/japon.html) hasta después de leer tu comentario. No obstante, como bien sabían los viejos poetas surrealistas, afortunadamente el espíritu recurre al azar, divinidad más oscura y maravillosa que cualquiera otra.

    Un abrazo

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