miércoles, 15 de septiembre de 2010

Lucrecio


Inmediatamente comprendió la variedad de las cosas de este mundo, y la inutilidad de cualquier esfuerzo en busca de ideas. El universo le pareció semejante a los copitos de lana que los dedos de la africana diseminaban por las salas. Los racimos de abejas y las columnas de hormigas y el tejido moviente de las hojas fueron para él conjuntos de conjuntos de átomos. Y en todo su cuerpo sintió un pueblo invisible y discorde, ávido por separarse. Y las miradas le parecieron rayos más sutilmente carnosos, y la imagen de la bella bárbara un mosaico agradable y coloreado, y sintió que el fin del movimiento de aquella infinitud era triste y vano. Contempló el torbellino de rebaños de átomos tintos en la misma sangre y que se disputan una oscura supremacía igual que las facciones sangrientas de Roma, con sus tropas de clientes armados e infamadores. Y vio que la disolución de la muerte no era más que la liberación de aquella turba turbulenta que se precipita hacia otros movimientos inútiles.

(Marcel Schwob. Vidas imaginarias. Traducción de Mauro Armiño. Madrid, Valdemar, 2003. Imagen de La natura delle cose, espectáculo de danza de Virgilio Sieni inspirado en el poema De rerum natura de Tito Lucrecio Caro).

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