Toda mi
vida es mentira y además no la recuerdo.
(Ramón Buenaventura. El año que viene en Tánger)
a m
siempre
I
Una vez, hace mucho tiempo, en
otro país, bajo otra lluvia, ella me preguntó que a quién me hubiera gustado
parecerme. A pesar de que entonces nada era fácil, no lo pensé ni un segundo y
le dije: a Albert Camus o a Baruch Spinoza.
Siempre eran dos respuestas o
ninguna, siempre la falla o el exceso. Unas veces era Hamlet esperando a Godot
en las estaciones de servicio o en los poblados ponzoñosos que compiten con los
aeropuertos, y otras veces era K. buscando a Aldonza Lorenzo (buscándote y
buscándome), rectángulo a rectángulo, del otro lado de las tapias del
cementerio…
Pero esto es ya literatura de literatoso, como suele decirme Lorenzo
García Valdés en algunos de sus sueños, y yo hace mucho tiempo que acabé con
todo eso y decidí que sólo me dedicaría a mi trabajo, todos los días, a todas
horas… Inútilmente.
Han pasado casi veinte años
(ahora que de casi todo hace ya veinte años, como diría el poeta), ella está
muerta (también yo, a mi manera), y si alguien volviera a hacerme la misma
pregunta --¿por qué has tenido qué hacerlo?--, no sabría qué responder.)
II
DECRETO DE
EXCOMUNIÓN DE BARUCH DE SPINOZA
Los dirigentes de la comunidad ponen en su
conocimiento que desde hace mucho tenían noticia de las equivocadas opiniones y
errónea conducta de Baruch de Spinoza y por diversos medios y advertencias han
tratado de apartarlo del mal camino. Como no obtuvieran ningún resultado y
como, por el contrario, las horribles herejías que practicaba y enseñaba, lo
mismo que su inaudita conducta fueran en aumento, resolvieron de acuerdo con el
rabino, en presencia de testigos fehacientes y del nombrado Spinoza, que éste
fuera excomulgado y expulsado del pueblo de Israel, según el siguiente decreto
de excomunión: Por la decisión de los ángeles, y el juicio de los santos,
excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza, con la
aprobación del Santo Dios y de toda esta Santa comunidad, ante los Santos
Libros de la Ley con sus 613 prescripciones, con la excomunión con que Josué
excomulgó a Jericó, con la maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos y con
todas las execraciones escritas en la Ley. Maldito sea de día
y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta
y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale
y maldito sea cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la
cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él
todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. El Señor
borrará su nombre bajo los cielos y lo expulsará de todas las tribus de Israel
abandonándolo al Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas
en el Libro de la Ley. Pero vosotros, que sois fieles al Señor vuestro Dios,
vivid en paz. Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita,
que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo
techo o a menos de cuatro yardas, que nadie lea nada escrito o trascrito por
él.
(Florencio Noceti (ed.). Las cartas del
mal. Correspondencia entre Baruch de Spinoza y Willem Van Blijenbergh (incluye
separata con el Decreto de Excomunión de Baruch de Spinoza de 1656).
Comentarios de Gilles Deleuze. Traducción de Natascha Dolkens y Florencio
Noceti. Buenos Aires, Caja Negra Editora, Colección Numancia, 2006)
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