(Hoy hace cincuenta y nueve años,
cinco meses y dos semanas –nunca lo olvidaré-- que se publicó en la revista Ficción de
Buenos Aires el cuento El infierno tan temido de Juan Carlos Onetti. A partir de
ese relato –unas pocas cuartillas-- se podrían reconstruir la Biografía del Hombre
o la Historia Universal de la Infamia)
Afuera la noche estaba pesada y
las ventanas abiertas de la ciudad mezclaban al misterio lechoso del cielo los
misterios de las vidas de los hombres, sus afanes y sus costumbres. Volteado en
su cama Risso creyó que empezaba a comprender, que como una enfermedad, como un
bienestar, la comprensión ocurría en él, liberada de la voluntad y de la
inteligencia. Sucedía, simplemente, desde el contacto de los pies con los
zapatos hasta las lágrimas que le llegaban a las mejillas y al cuello. La
comprensión sucedía en él, y él no estaba interesado en saber qué era lo que
comprendía, mientras recordaba o estaba viendo su llanto y su quietud, la
alargada pasividad del cuerpo en la cama, la comba de las nubes en la ventana,
escenas antiguas y futuras. Veía la muerte y la amistad con la muerte, el
ensoberbecido desprecio por las reglas que todos los hombres habían consentido
acatar, el auténtico asombro de la libertad. Hizo pedazos la fotografía sobre
el pecho, sin apartar los ojos del blancor de la ventana, lento y diestro,
temeroso de hacer ruido o interrumpir. Sintió después el movimiento de un aire
nuevo, acaso respirado en la niñez, que iba llenando la habitación y se
extendía con pereza inexperta por las calles y los desprevenidos edificios,
para esperarlo y darle protección mañana y en los días siguientes.”
(Juan Carlos Onetti. “El infierno
tan temido” (1957), en El infierno tan temido y otros cuentos. Montevideo, Asir,
1962. Se lee también en las Obras
completas III. Cuentos, artículos y miscelánea. Edición de Hortensia
Campanella. Barcelona, Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, 2009)
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