Cuánto hace que aquellas
palabras hendieron mis labios
Con sigilo de lobo sobre la
nieve
Tal vez siete años y aún
Sigo esperando que sea
subvertido el tiempo
Condenado durante todos
estos años
Siete años apenas y ya la
lengua del hombre
Es para sí misma amarga ah
qué largo aprendizaje el de callar
Finalmente
Nada aprendí de todo lo que
he visto lo he visto
En vano Lo he bebido como un
vino
Demasiado rancio sin gusto
ni calor un vino vacío un vaso
Volcado sobre la vida un
vinagre
De todo desabrido salvo de
amargura
Largaos de mí no obtendréis
ni aun la menor
Esperanza En otro lado
buscad a aquel
Que miente y dadle las
gracias por haber mentido
Su menta Yo
Me marcharé no guardando
añoranza más profunda que la de no haber sabido
decir
lo peor]
La de dejaros pese a todo no
sé qué versión de las cosas
E incluso entregaros esto
como una cancioncilla
Que se ha sentado por el
camino sobre una carreta sin
Notar el ataúd que carga y
que las piedras bambolean
Largaos a hacer melindres a
las orillas del crimen
A la ciega sombra de los
relojes
Y haced si es que podéis de
todo eso música
Marchad sobre vuestros
muñones amputados Bailad bailad
En corro Cantad la Marjolaine o Dios sabe qué cosas
Para que por un instante uno
se crea
A la vera de las fuentes
(Louis Aragon. Habitaciones. Poema del tiempo que no pasa.
Traducción de Gabriel Albiac. Madrid, Hiperión, 1982. Imagen: Clemente Bernad. Sin
título, Madrid. Cárcel de Carabanchel. Fondo para las fotografías de las fichas
de ingreso, 1998)
Será tan hermoso morir
cuando llegue la noche
La noche de al fin morir al
fin
De al fin amor mío de morir
la noche de al fin
Morir
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