Poesía y lenguaje
—Ya te tengo dicho
antes de agora muchas veces,
Sancho —dijo don Quijote—, que eres muy grande
hablador y que,
aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo…
(Primera Parte.
Capítulo XX)
VII
Contra las
convenciones, contra la arbitrariedad
I
La poesía, como otrora el habla popular, demuestra hasta qué
punto los fenómenos lingüísticos, con
singular disposición en su nivel léxico-semántico,
son enteramente convencionales y arbitrarios. No es, por ejemplo, ni pura ni
impura la sinonimia: simplemente no es.
II
Sabemos que el significado de las palabras, cuya naturaleza suma
lo que nos cerca y nos asume, en modo alguno permanece a ras de lo
estrictamente semántico. Tampoco de lo pragmático: el lenguaje va más allá de
lo contingente.
III
De hecho, si bien el lenguaje es una condición sine qua non de la comunicación más
plenaria, ésta puede darse sin necesidad de lenguaje (verbal). Dicho de otro
modo, y como bien puede apreciarse en poesía, el lenguaje se sitúa en un más
allá, o en un más acá (el camino que va y viene, como el que sube y baja, es
uno y el mismo), de la comunicación.
IV
No hemos lenguaje para comunicarnos, si no que nos
comunicamos a pesar del lenguaje.
Más aún: trampeamos cuando equiparamos, confundiéndolos,
lenguaje y comunicación.
(…)
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