Inevitable
este lamento, un aullido entre dos noes, tu ausencia como un desgarro…
En ti todo era
fluencia, todo lo llenabas de azul... Lo demás poco importa... Qué importa
ahora que te diga que yo nací el día en que me dejaste entrar en tus ojos…
¿Recuerdas? Yo dije “la muerte no existe”, tú contemplabas con tristeza cómo
caían las hojas de los árboles… La primera vez que el cáncer te golpeó, me
arranqué los ojos, enloquecieron mis manos… Tan solo se quedó el otoño… Todo lo
llenabas de azul, todo… En ti todo era fluencia… Adentrarme en esas
aguas... Ese cielo, tocarlo... Volver, volver a tus ojos...
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