Adolescente
fui en días idénticos a nubes,
cosa
grácil, visible por penumbra y reflejo,
y
extraño es, si ese recuerdo busco,
que
tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.
Perder
placer es triste
como
la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
aquél
fui, aquél fui, aquél he sido;
era
la ignorancia mi sombra.
Ni
gozo ni pena; fui niño
prisionero
entre muros cambiantes;
historias
como cuerpos, cristales como cielos,
sueño
luego, un sueño más alto que la vida.
Cuando
la muerte quiera
una
verdad quitar de entre mis manos,
las
hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes
de deseo, tendidas hacia el aire.
(Luis Cernuda. Donde habite el olvido.
Madrid,
Editorial Signo, 1934)
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