Camino cegado contra
un sol poniente. Sobre mi cabeza, una tupida red de araña recorta el cielo. Cables,
postes, miles de ramas de árboles negros y sus sombras... Sus sombras rotas. Una
trepidación en el alma. En esta luz que me deslumbra está escrito mi ayer. Los recuerdos
y lo olvidado, atrapados en esta tupida red de araña. Otros tiempos se abisman entre
las líneas que mutilan el cielo... Los excesos del pasado... Vapores de opio donde
el tiempo es sombra. Vapores de opio sueñan letras chinas. Morfina... Pentazocina.
Palfium. Dolantina. Pentapón. Sosegórt... Ampollas de clorhidrato mórfico... Heroína...
El limbo que antecede al infierno. El fracaso narcotizado no duele, tampoco el miedo...
Carlitos Gardel en cucharilla de plata... ¡Hay que bailar! Y eso hicimos la mayoría
de la pandilla. (…) Bailar con dragones de color dorado. Noche y día, alimentamos
un demonio por nuestras venas. Años con la sonrisa muerta en las pupilas y el corazón
desbocado. Anestesiamos amor y dolor. La heroína funde tiempo y espacio. Destruye
toda ambición de ser... Esa es su fuerza. La heroína tiene un precio. Hay que pagarlo.
Mala suerte y dolor. Me río yo de las penas. Las narcoticé todas. Qué apretado rencor
es el del tiempo... Bajo esta luz que arrastra mi mirada a las sombras, mi memoria
gira desenfrenada. Los recuerdos se agitan. La fotografía encadena mi memoria. No.
61.1 la constriñe a lo visto. La melancólica emoción de lo irrecusable se hace visible.
(…) Camino sin saber dónde voy. Me pregunto si he pasado la vida huyendo o buscando
un imposible. Siempre hay algo en común... Sobre sombras rotas, libro un ajuste
de cuentas... El amor y el dolor ante mí se besan con su mismo triste sonido. El
primero en morir fue mi hermano Willy y la primera en nacer fue su hija Nuria. Una
lección magistral de vida. (…) Para muchos de nosotros nuestro error fue que nuestra
mística estaba anclada a una épica destructiva. En esta luz que anestesia el remordimiento,
renace el deseo... Si pudiese me daba un homenaje. Por matar el miedo soy capaz...
Capaz de cualquier delito. Dragones de color dorado... Dragones de color dorado... Sombras rotas. Letras chinas. Farolillos rojos... Me muevo hacia delante para atrapar mi propio tiempo
y el tiempo va siempre hacia atrás... De donde no se vuelve. (…) La revolución...
el amor, exigen tu sacrificio. (…) Parece que fue ayer cuando fotografiaba bajo
la luz de las tapias. Bajo la luz de las tapias, todo lo bueno y lo malo. Bajo la
luz de las tapias, todos nosotros obcecados en salir adelante. Tercos como mulas...
Nosotros. (…) Todos a la deriva... La vida por bandera. Sostenidos por nuestra vitalidad,
derrochábamos... Nada era suficiente. (…) Fernando decía que lo que aprendió en
sus últimos diez años de vida cabía en una caja de cerillas. (…) Bajo esta luz lechosa,
presente y pasado copulan. Borrón y cuenta nueva. Borrón y cuenta nueva... Este
viaje sin vuelta comenzó en París. Llegué huyendo... Creía poder escapar... Coser
mis heridas. Sacar fuerzas... Recomponerme. Pero si ya era débil, mi debilidad se
quebró en mil pedazos... Vislumbré mi propio Gólgota. Rue de la Chapelle, escondido
tras la ventana, vi irse los días con los nervios rotos. Por las noches, sudaba
la fiebre y el rencor a partes iguales. Enfermedad y delirio con las ratas haciendo
ruido detrás de mi cama. Confusión y desaliento. Un cansancio infinito... Vértigo.
Me dolía mirar... Si cerraba los ojos, era peor. El vuelo nocturno del recuerdo
me perseguía y me atrapaba. Mil imágenes danzaban en mi cabeza construyendo un nuevo
puzzle. No me reconocía... Comencé a vigilarme.
A
espiarme. Encerrado en mí mismo miraba obsesivamente el cielo. Le pedía y
no podía dármelo. Quería ocultar mi dolor y él lo hacía visible. No tenía escapatoria.
Me asomé al abismo de mi miedo. (…) He visto la oscuridad del amor y la fuerza del
deseo transitar por estas calles. He visto lo insondable del corazón absorto en
la soledad de mis delirios. Mordí el corazón de un pájaro... Pero mi alma mira.
Mira hacia delante. Se busca a sí misma. Hoy con Laoda y mañana en otros ojos. La
magia de la vida es el encuentro. El encuentro nos mueve. Nos posiciona... Nos acerca.
(…) El alma de la fotografía es el encuentro. El retrato es un enfrentamiento. Modelo
y fotógrafo sostienen siempre un singular pulso donde el modelo presiona de tal
manera que pide violentamente un acto de comprensión. O quizás quien se pide tal
acto soy yo mismo... (…) Hoy tengo la conciencia de que una forma de ver es una
forma de ser. Soy fotógrafo. La fotografía es el espacio donde imaginarme. En la
fotografía, destino y presente sueñan en el latir de un fragmento de tiempo, un
permanente pasado. Un permanente pasado... No hay retorno posible. Con las fotografías
un mar de recuerdos se despierta. Se agita. Se encrespa... Fotos y más fotos que
dejan tras de sí un eco. El eco de mis pasos. La fotografía es un certificado de
presencia... De ausencia. La fotografía es iconografía de muerte. Está en su naturaleza.
En ella ya no somos como somos. Somos como éramos... Ciertamente en la fotografía
hay un elemento fatalista. En cien años todos calvos. Quiero decir que una colección
de retratados es una colección de futuros cadáveres. La fotografía es un poderoso
médium. Nos lleva al otro lado de la vida. Y allí, atrapados en su mundo de luces
y sombras, siendo sólo presencia, también vivimos. Inmutables. Sin penas. Redimidos
nuestros pecados. Por fin domesticados... Congelados. Al otro lado de la vida...
De donde no se vuelve.
(Alberto García-Alix.
Moriremos mirando. Textos completos. Madrid, La Fábrica Editorial, 2008)
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