Hay
que vivir un gran amor, todos los días,
el
mismo, nuevo, diferente, como nunca, tal vez;
muchos
besos dan vigor al cuerpo y mantienen despierto.
Si
el amor no llama por teléfono, hay que buscarlo,
ir
a despertar su deseo, hacerle cosquillas en la oreja,
emborracharlo
de vigilias, llenarlo de mermelada.
Hay
que olvidar a la policía y hacer el amor
en
las calles más transitadas, en los parques
y
en las casas decentes del mundo que es nuestro;
porque
un gran amor no es un código
ni
un semáforo prudente que se prende y se apaga
ni
el decoro que quiere nuestra tía la ricachona.
Hay
que estar listos para romper los límites,
para
entregar lo bueno y lo malo de nuestros cuerpos.
Un
gran amor todos los días, hay que vivir sin reglas,
en
hoteles o en antros, en la tina o en la escuela,
como
las ardillas del norte, que pasan una hora
recogiendo
nueces para dedicar semanas a sus juegos.
Gozar
y ahora, antes que la ciudad nos trague
y
el tiempo impida. Diversión y subversión, aquí
brotando
de la gris cultura, naciendo del orden imperfecto.
Y
no ser la resaca de la televisión
y
no ser el sueño de humo que quiere convencernos.
(Mariano
Flores Castro. El arte de un día difícil.
Gobierno del Estado de Tamaulipas/ INBA/CNCA,
Nuestras Escrituras, 1991)
No hay comentarios:
Publicar un comentario