Verá
usted, yo estaba enfermo de literatura, lo mío era grave y alarmante, leía el
mundo como si fuera la prolongación de un interminable texto literario, estaba
impregnado de literatura, hablaba en libro. No desdeñaba como carne literaria
prácticamente nada, es decir, estaba condenado a fijarme en todo: en las
lágrimas de la viuda, pero también en sus piernas enloquecedoras, en la mosca
que se posaba en la nariz de la carnicera, en la mágica luz que invade las
ciudades en el instante final del atardecer. Era un fastidio porque no es que
me interesara la literatura, no es que sintiera cierta atracción por ella, no,
es que yo era literatura.
(Enrique
Vila-Matas. “Monólogo del Café Sport”, en Francisco Gutiérrez Carbajo (ed.). Monólogo en el Café Sport y otros relatos.
Madrid, UNED, 2002. Imagen: fotografía de Lisbeth Salas)
SOY UN ENFERMO DE LITERATURA Y ESTOY COMPLETAMENTE
SEGURO DE QUE, POR LO MENOS, EN ESTA VIDA... NO TENGO CURA ALGUNA
(Enrique Vila-Matas. Dietario voluble.
Barcelona, Anagrama,
2008)