La
poesía es el encuentro del lector con el libro, el descubrimiento del libro.
Hay otra experiencia estética que es el momento, muy extraño también, en el
cual el poeta concibe la obra, en el cual va descubriendo o inventando la obra.
Según se sabe, en latín las palabras “inventar” y “descubrir” son sinónimas.
Todo esto está de acuerdo con la doctrina platónica, cuando dice que inventar,
que descubrir, es recordar. Francis Bacon agrega que si aprender es recordar,
ignorar es saber olvidar; ya todo está, sólo nos falta verlo.
Cuando
yo escribo algo, tengo la sensación de que ese algo preexiste. Parto de un
concepto general; sé más o menos el principio y el fin, y luego voy
descubriendo las parte intermedias; pero no tengo la sensación de inventarlas,
no tengo la sensación de que dependan de mi arbitrio; las cosas son así. Son
así, pero están escondidas y mi deber de poeta es encontrarlas.
Bradley
dijo que uno de los efectos de la poesía debe ser darnos la impresión, no de
descubrir algo nuevo, sino de recordar algo olvidado. Cuando leemos un buen
poema pensamos que también nosotros hubiéramos podido escribirlo; que ese poema
preexistía en nosotros. Esto nos lleva a la definición platónica de la poesía:
esa cosa liviana, alada y sagrada. Como definición es falible, ya que esa cosa
liviana, alada y sagrada podría ser la música (salvo que la poesía es una forma
de música). Platón ha hecho algo muy superior a definir la poesía: nos da un
ejemplo de poesía. Podemos llegar al concepto de que la poesía es la
experiencia estética: algo así como una revolución en la enseñanza de la
poesía.
He
sido profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires y he tratado de prescindir en lo posible de la
historia de la literatura. Cuando mis estudiantes me pedían bibliografía yo les
decía: “no importa la bibliografía; al fin de todo, Shakespeare no supo nada de
bibliografía shakespiriana”. Johnson no pudo prever los libros que se
escribirían sobre él. “¿Por qué no estudian directamente los textos? Si estos
textos les agradan, bien; y si no les agradan, déjenlos, ya que la idea de la
lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría hablar de felicidad
obligatoria. Creo que la poesía es algo que se siente, y si ustedes no sienten
la poesía, si no tienen sentimiento de belleza, si un relato no los lleva al
deseo de saber qué ocurrió después, el autor no ha escrito para ustedes.
Déjenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles algún autor
digno de su atención, o indigno hoy de su atención y que leerán mañana.”
(Jorge Luis Borges, “La poesía”, en Siete noches.
México, Fondo de Cultura Económica, 1980)