Por
un camino de arena blanca camina un hombre, con la camisa blanca muy sudada, la
chaqueta negra en el antebrazo, el ala del sombrero negro caída sobre la
frente. Nota que tiene un diente suelto por el golpe que la dieron la noche
anterior, porque todas las noches le vienen resultando imprevisibles: una
prestidigitación de azares complicados.
Se
llama Robert Johnson, y lleva en el estuche su guitarra.
Sale
a una carretera abrasada y sigue andando. A unos trescientos metros, se
encuentra en una encrucijada de caminos. De repente, una especie de gasa
volátil y ambarina brilla en el aire.
Oye
una voz: “¿Me buscabas, negro?”, y el negro Johnson asiente, y comienza a
pactar con el Diablo un intenso futuro de mujeres y de objetos dorados y
costosos.
(Felipe
Benítez Reyes. Oficios estelares. Barcelona,
Destino, 2009)
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