La luz del sol derramándose por tu piel, tu sombra
plana sobre
el muro.
El amanecer rompía los huesos de
tu corazón como si fueran ramitas.
Esto no te lo habías esperado:
El dormitorio se puso blanco, la
luz astronómica
te vapulea
como una oleada de puños.
Te llevaste la mano a la cara
como
para
esconderla, los dedos rosáceos ya son dorados mientras la luz
brota directa al hueso,
como si fueras esa pequeña
habitación encerrada en cristal,
con cada mota
de polvo iluminada.
La luz no es ningún misterio,
el misterio es que haya algo que permita que la luz
siga atravesando.
(Richard Siken. Crush. Traducción de Juan Gallego Benot. Barcelona, Ultramarinos, 2023)
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