miércoles, 12 de octubre de 2016

Cuentos


Para que entiendas, para darte mi vida, tengo que contarte un cuento; y hay tantos y tantos cuentos: cuentos de la infancia, cuentos de la escuela, amor, matrimonio, muerte…, y ninguno de ellos es verdad. Pero como niños, nos contamos cuentos, y para embellecerlos construimos esas frases hermosas, floridas, ridículas. ¡Qué cansado estoy de los cuentos!, ¡Qué cansado estoy de esas frases que descienden con hermosura y posan los pies sobre la tierra! Y también, qué desconfianza me inspiran los pulcros argumentos biográficos que se anotan en cuartillas de papel de notas. Comienzo a desear algún lenguaje elemental como el que utilizan los enamorados, palabras sueltas, palabras inarticuladas, como el arrastrar de los pies sobre las aceras.

(Virginia Woolf. Las olas. Traducción de Dámaso López. Edición de María Lozano. Madrid, Cátedra, Col. Letras Universales, 209, 1994. Imagen: Mujer junto a la bañera de Vanessa Bell, 1917)

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