Oriana se echó en el manto de la
doncella en tanto que Amadís se desarmaba. La doncella se alejó para dormir en
unas matas espesas. Amadís volvió, cuando vio a su señora tan hermosa y en su
poder, se sintió turbado y no osó mirarla. Allí, en aquella verde hierba, más
por la gracia y comedimiento de Oriana que por la desenvoltura u osadía de
Amadís, se convirtió en dueña la más hermosa doncella del mundo. Y las
encendidas llamas de sus amores fueron desde ese día más ardientes, como suele
acaecer en los sanos y verdaderos amores.
(Garci Rodríguez de Montalvo. Amadís de Gaula. Edición de Ángel
Rosenblat. Madrid, Castalia, 1991, 2ª edición. Imagen: The Accolade Stretched Canvas (1901) de Edmund Blair Leighton)
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