El hechizo de la pequeña
pantalla marcó muchas biografías intelectuales aunque, en una actitud a la
defensiva y de desconfianza permanente frente a la televisión única de la
dictadura, pocos novelistas se hayan atrevido a reconocerlo, y menos con la
franqueza con que luego lo haría Muñoz Molina, al recordar que «en mayo del 68
nos quedábamos hasta las tantas mirando la televisión…»
Pero lo que sí fue una
evidencia para los novelistas posteriores, apenas fue objeto de algunos títulos
de época relativos a las virtualidades del medio. Incluso la crítica de
televisión fue desdeñada por las grandes revistas de la Transición para quedar
relegada al órgano oficial Tele-Programa.
Con todo, la televisión de
comienzos de la Transición resultó ser una aliada excepcional de la novela a la
hora de ganar lectores, de reactivar nuevos gustos narrativos y, en definitiva,
de despertar un inusitado interés por la realidad inmediata e incluso de
modificar la manera de percibir los acontecimientos que estaban sucediendo en
España.”
(José Luis Calvo Carilla.
“Contextos discursivos audiovisuales de la novela española de la Transición”
(2008), en Antonio Ansón et alii. “Televisión
y Literatura en la España de la Transición (1973-1982)”. Zaragoza,
Institución “Fernando el Católico”, 2010)
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