Ningún hombre puede, en
buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa
actuación o abstención haya de derivarse un bien para él, porque ello le ha de
hacer más dichoso, o porque, en opinión de los demás, hacerlo sea prudente o
justo. Éstas son buenas razones para discutir con él, para convencerle, o para
suplicarle, pero no para obligarle o causarle daño alguno, si obra de modo
diferente a nuestros deseos. Para que esta coacción fuese justificable, sería
necesario que la conducta de este hombre tuviese por objeto el perjuicio de
otro. Para aquello que no le atañe más que a él, su independencia es, de hecho,
absoluta. Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es
soberano.
(John Stuart Mill. Sobre la libertad. Traducción de Josefa Sainz Pulido. Madrid, Aguilar, 1963)
No hay comentarios:
Publicar un comentario