Sabemos que el polvo de los amantes enterrados durará más que el polvo de las ciudades.
(Thomas Wolf. Una puerta que nunca encontré. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas. Cáceres, Periférica, 2012. Imagen: Los amantes de Valdaro, una mujer y un hombre que yacen abrazados desde hace más de 6.000 años).
Fernando, te dejé un comentario en la entrada del 6 de sept de 2010. Como es una entrada lejana no sé si verás ese comentario. Te lo dejo aquí de nuevo. Para ver tu respuesta iré a los comentarios de aquella entrada del 6 de sept de 2010. Este era el comentario:
ResponderEliminarEstimado Fernando, he estado buscando una buena traducción de este poema. Me habían dicho que la mejor es la de Lorenzo Oliván,, pero no la veo en internet. He desembocado en tu blog, y veo que tú tienes la de Lorenzo Oliván en libro. ¿Podrías dejarla aquí, en estos comentarios? Perdona la osadía, pues sé que eso supone la molestia de tener que copiarla. Yo vendría aquí dentro de unos días por si la hubieses colgado. Si no ves oportuno colgarla, no la cuelgues, faltaría más.
Un saludo.
Elena Cifuentes
Si fuese como tú constante, estrella
ResponderEliminarno solitaria luz alta en la noche,
viendo con abiertos ojos eternos,
cual ermitaño de Natura en vela,
las aguas que, sacerdotales, lavan
las humanas orillas de la tierra;
ni contemplando la reciente máscara
de nieve sobre páramos y montes...
No, aunque inconstante, aunque inmutable, quiero
apoyado en el pecho de mi amor,
siempre sentir su pálpito tan suave;
siempre despierto en inquietud muy dulce,
callarme para oír su tierno aliento
y así vivir siempre, o morir si no.
(John Keats. "Belleza y verdad". Traducción y edición de Lorenzo Oliván. Valencia, Pre-Textos, 2010).
Un saludo, Elena
Gracias, Fernando, pero creo que hay una confusión. Esa traducción es, según el libro que tengo a mi lado (Kets, poemas. Traducidos por A. Rivero Taravillo. La Veleta, 2005, Granada) de A.R. Taravillo. Es muy extraño. ¿Estás seguro de que esa traducción es de L. Oliván? Es posible que la hayas tomado de internet. En internet vi esa traducción atribuida a L. Oliván. ¿Tienes el libro de L.Oliván donde aparece esa traducción? En fin, a ver dónde nos llevan estas labores detectivescas.
ResponderEliminarUn saludo de Elena
Disculpa, Elena. Tienes razón, acabó de comprobarlo. No obstante, me encuentro lejos de casa, donde sí tengo el libro/ traducciones de Keats a cargo de Oliván, y no creo que pueda consultarlo en todo el verano. Y me hallo lejos de bibliotecas y librerías. Es fácil, empero, encontrar el libro de Oliván. Seguro que lo encontarrás cerca de casa. Un abrazo, y gracias por tu confianza
ResponderEliminarEsta tarde pasé por una librería, y allí estaban las traducciones de Oliván. Comprobé que su traducción era otra. Lo leí allí en la librería.Me gustó, pero el último verso creo que no se ajusta a lo que dice Keats.
ResponderEliminarTe mando como agradecimiento por tu ayuda este vídeo de keats que sospecho que te gustará:
http://youtu.be/tWpPsJxYHMQ
Un saludo de
Elena
Muchísimas gracias, Elena, eres muy amable. Uno de los mejores poemas que se hayan escrito nunca en lengua inglesa. Un abrazo
ResponderEliminarOda a una urna griega (Versión de José Ángel Valente)
ResponderEliminarTú todavía inviolada novia del sosiego,
criatura nutrida de silencio y tiempo despacioso,
silvestre narradora que así puedes contar
una historia florida con dulzura mayor que nuestro canto.
¿Qué leyenda orlada de hojas evoca tu figura
con dioses o mortales o con ambos,
en Tempe o en los valles de Arcadia?
¿Qué hombres o qué dioses aparecen? ¿Qué rebeldes doncellas?
¿Qué loca persecución? ¿Quién lucha por huir?
¿Qué caramillos y panderos? ¿Qué éxtasis salvaje?
Dulces son las oídas melodías, pero las inoídas
son más dulces aún; sonad entonces suaves caramillos
no al oído carnal, sino, más seductores,
dejad que oiga el espíritu tonadas sin sonido.
Hermoso adolescente, bajo los árboles, no puedes
suspender tu canción ni nunca quedarán los árboles desnudos;
amante audaz, no alcanzarás el beso
tan cercano, mas no penes;
ella no puede marchitarse, aunque no se consume tu deseo,
para siempre amarás y ella será hermosa.
Ah ramas felicísimas que no podréis nunca
esparcir vuestras hojas ni abandonar jamás la primavera;
y tú, oh músico feliz, infatigable,
que modulas sin término canciones siempre nuevas;
y más feliz amor y más y más feliz amor,
entre el deseo para siempre y la inminencia de la posesión,
entre el aliento jadeante y la perpetua juventud.
Todo respira mucho más arriba que la pasión del hombre
que deja el corazón hastiado y dolorido,
y una frente febril y una boca abrasada.
¿Quiénes avanzan hacia el sacrificio?
¿Hasta qué verde altar, misterioso oficiante,
llevas esa ternera que muge hacia los cielos
y cuyos sedosos flancos se visten de guirnaldas?
¿Qué pequeña ciudad en las orillas de un río o de la mar
o en una montaña coronada de quieta ciudadela
dejan sus gentes sola en la pía mañana?
Ciudad pequeña, tus calles para siempre
quedarán en silencio y nadie nunca
para dar la razón de tu abandono ha de volver.
¡Ática forma! ¡Figura sin reproche! En mármol,
de hombres y doncellas guarnecida
y de silvestres ramos y de hierbas holladas.
Oh forma silenciosa que desafía nuestro pensamiento
como la eternidad. Oh fría pastoral.
Cuando a esta generación consuma el tiempo
tú quedarás entre otros dolores
distintos de los nuestros, tú, amiga del hombre, al que repites:
La belleza es verdad y la verdad belleza. Tal es cuanto
sobre la tierra conocéis, cuanto necesitáis conocer.