(Nacimiento del Río Cuervo, en la Muela de San Felipe,
en las proximidades de Vega del Codorno, Cuenca)
Cúmplase en mí la profecía del agua.
Eres, alma vegetal, el vaso de la vida,
el hervor dulce y terrible de la ebriedad
que entra en el sueño y en la corteza
graba alfileres de dicha,
brevísimos alfileres mudos
como el amanecer: un instante de luz tibia
en que principia el mundo y la brasa
encendida del corazón se hace trigo.
Hágase en mi carne la profecía del agua.
Tú, que has sido joven, que tu cuerpo
fuera torre o campana
y conociste espina y rosa
y por igual
te adentraste en la espesura y en lo bruno,
a ti te invoco
desde el manantial del tiempo,
ascendiendo los jardines del agua,
libando, solo, el día.
Por no morir de frío
bajo este ramaje
huérfano.
(Francisco Mora. Memoria del silencio. Cuenca, El Toro de Barro, 1999. Vid. Palabras para conjugar tu nombre. Madrid, Ex Libris Ediciones, 2009)
Yo soy un río con un hombre dentro
quiero decir un río que fluye
tras su antifaz de hombre
y no hay en los márgenes junco
que me valga
ni agua bastante en el río
que me sacie.
La he vuelto a encontar
ResponderEliminar¿Qué?La eternidad.
Es el mar huido
al tiempo que el sol.
A.Rimbaud.
Una maravilla encontar un pozo de agua en el desierto....
Las ciudades de Rimbaud eran Harar y Adeń.
Gracias, Merche, eres un cielo. Besos
ResponderEliminarno hay en los márgenes junco
ResponderEliminarque me valga ni agua bastante en el río que me sacie.
Muy bello, es como el dibujo de un anhelo. Felicidades.
Salud
Francesc Cornadó