
En las entrañas y en el centro del alma:
ésta es la esencia, el dato básico, la única certeza;
que solamente tu respiración te acompaña,
que siempre bailarás con tu sombra,
que esa tiniebla eres tú.
Tu corazón, ese fruto perplejo,
no tiene que agriarse con tu sino solitario;
déjalo esperar sin esperanza
que el amor es un regalo que algún día llega por sí solo.
Pero primero está la soledad,
y tú estás solo,
tú estás solo con tu pecado original
-contigo mismo-.
Acaso una noche, a las nueve,
aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina dentro de ti,
y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso;
pero no olvides, especialmente entonces,
cuando llegue el amor y te calcine,
que primero y siempre está tu soledad
y luego nada
y después, si ha de llegar, está el amor.
(Darío Jaramillo Agudelo. Poemas de amor.
Colombia, El Áncora Editores, 1986.
Fotograma del film argentino Crónica
de un niño solo de Leonardo Favio y 1964)
En las pequeñas, cotidianas e individuales desolaciones de los que oficiaron el rito de la despedida, queda la dolorosa aceptación del abandono y las separaciones, una forma de compartir la existencia que se recompone en todas y cada una de las noches.
ResponderEliminarUn abrazo