viernes, 27 de junio de 2008

La Eurídice de Margaret Atwood


El ha venido a buscarte y está aquí,
canción que te llama y quiere que vuelvas,
canción de dicha y de pesar
a partes iguales, promesa
hecha canción, promesa
de que todo será, allá arriba, distinto
a la última vez...
Hubieras preferido seguir sintiendo nada, / vacío y silencio; la estancada paz /del mar más hondo, / al ruido y la carne de la superficie, / acostumbrada a estos pasillos pálidos y en sombras, / y al rey que pasa por tu lado / sin pronunciar palabra. / El otro es diferente / y casi lo recuerdas. / Dice que canta para ti / porque te ama, / no como eres ahora, / tan fría y diminuta: móvil / y a la vez quieta, como blanca cortina / o soplo en la corriente / de una ventana a medio abrir / junto a una silla donde nadie se sienta. / Te quiere "real", / un cuerpo opaco, / sentir cómo se espesa / (tronco de árbol o ancas) / y el golpe de la sangre tras los párpados / al cerrarlos / la llamarada solar... / sin tu presencia no podrá sentir / este amor suyo... / Mas la súbita revelación / de tu cuerpo enfriándose en la tierra / fue saber que le amas en cualquier lugar /hasta en este sitio sin memoria, / este reino del hambre. / Como una semilla roja en la mano / que olvidaste que aprietas, / llevas tu amor... / El necesita ver para creer / y está oscuro. / "Atrás, atrás...", le susurras, / pero quiere que vuelvas / a alimentarlo, Eurídice, / puñado de tul, pequeña venda, / soplo de aire frío, / no se llamará Orfeo / tu libertad...

(10 poemas: Margaret Atwood en el corazón
de las tinieblas. Traducción de Amparo Arróspide
para Espéculo: Revista de Estudios Literarios,
Universidad Complutense: Departamento
de Filología Española III, 2000)

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