Me volvió a decir gracias, como si no supiera qué otra cosa
hacer. Yo le di la mano y, cuando me la agarró, sí pareció que se iba a poner a
llorar. Me dio pena. No sé si por ella, o por lo que le habían dicho a María, o
por mi mamá, o por la Florensia, o por la novia del Walter, o por mí. Lástima
de todas juntas. Una tristeza enorme.
La acompañé hasta la reja. Le di un beso como pude y ella se
alejó por la vereda de mi casa, como tantos otros, para no volver nunca más.
(Dolores Reyes. Cometierra. Madrid, Alfaguara, 2025)
Y pensé que yo también
quería,
ahí afuera, un nombre
para mí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario