He comido con deleite los dátiles de Palmira,
las pasas de Corinto, el cordero de Pascua,
gallos hechos con tejas por hindúes,
una oca de Tebas.
He bebido
abundantes grappas,
schnapps y filtros, hierbas que trastornan,
me he embriagado con vinos de Falerno o de Quíos.
Todo ha quedado en nada, en la punzada solo
del pincho que se clava
dentro en la carne.
Soy un hombre
solo.
No sé de dónde vengo, ni por qué me apresuro,
no creo en opios ni licores.
No sé quién soy ni por qué me cuestiono.
Segrego a veces poesía,
o bien, de vez en cuando, me entretiene,
con los ojos en blanco, pulsar teclas
en mi dañado piano,
quitándome los turbios jugos de tantas llagas
con la jeringa clara del olvido.
Todo ha quedado en nada, en la punzada solo
del pincho que se clava
dentro en la carne.
Soy un hombre solo.
(Joan Vinyoli. Soy un hombre solo. Edición bilingüe de Josep Maria Sala-Valldaura. Traducción de José Ángel Cilleruelo y Vicente Valero. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2024)
Todo está lejos y cerca,
y no se acaba nunca este viaje
por las palabras:
ya no tengo nada más.
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