miércoles, 22 de enero de 2025

Alegría

Tal es mi regla, y así está dispuesto mi ánimo. Ningún ser divino, ni nadie que no sea un envidioso, puede deleitarse con mi impotencia y mi desgracia, ni tener por virtuosos las lágrimas, los sollozos, el miedo y otras cosas por el estilo, que son señales de un ánimo impotente. Muy al contrario: cuanto mayor es la alegría que nos afecta, tanto más participamos necesariamente de la naturaleza divina. Así, pues, servirse de las cosas y deleitarse con ellas cuanto sea posible (no hasta la saciedad, desde luego, pues eso no es deleitarse) es propio de un hombre sabio.

 

(Baruch Spinoza. Ética demostrada según el orden geométrico, IV, Proposición XLV, escolio. Edición de Vidal Peña. Madrid, Editora Nacional, 1984, pág. 312)

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