miércoles, 27 de noviembre de 2024

Pijos


Ser o no ser pijo es algo muy relativo, que no tiene nada que ver con el dinero, aunque tenga todo que ver con él porque con el dinero se compra el tiempo y las mil y una formas que hay de llenarlo. […]

Los juegos de la representación de la riqueza que ahora nos parecen inherentes a la sociedad contemporánea son relativamente nuevos para los españoles […]. En Estados Unidos, ya en los años veinte del siglo xx, se convirtieron en una práctica común que algunos juagaron muy fuerte, como reflejó Scott Fitzgerald en El Gran Gatsby. Esta novela narra la historia de un señor que pensó que, viviendo en la Tierra de las Oportunidades, él no tenía menos derecho al bronceado perpetuo, al champán y a los trajes que cualquier patricio con dinero viejo. Y se equivocaba, porque como explica Richard Conniff, el dinero viejo tiene unas reglas (en Estados Unidos exactamente igual que en la Vieja Europa) y es muy difícil acordarse de todas. Es curioso cómo el Gran Gatsby, un cuento con advertencia sobre los peligros de la disforia de clase, se ha convertido en una novela de culto entre los pijos. Tiene sentido: el propio Fitzgerald era un hombre atormentado por el querer y el poder. […]

No hay nada más pijo que quitarle importancia al trabajo, es decir, al dinero. O quizá sí lo hay y es quitarle importancia a lo que los impuestos (el dinero que entre todos nos damos) proporcionan a los que no lo tienen (o tenemos, nunca se sabe). […] Porque entre las fuerzas políticas que se oponen a lo público se ha puesto de moda llamar “pijos” a todos los que defienden sistemas redistributivos con resortes de protección colectiva, aunque no estén ellos mismos (los que defienden lo público) en riesgo de exclusión social. Los símbolos asociados a la riqueza que la mayoría poseemos son un arma con la que atacar al prójimo. ¿Cómo va un “progre” a tener un chalet o conducir un coche? […]

Se suele decir que el auge de los fascismos se produce cuando, en las grandes crisis económicas, sus líderes consiguen canalizar la rabia de los perdedores. En otros momentos de la historia la rabia se transformaba en ultranacionalismo o xenofobia. Lo novedoso es que las nuevas fuerzas reaccionarias hablan el lenguaje del Gran Gatsby: el de la vanidad.

(Raquel Peláez. Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España. Barcelona, Blackie Books, 2024)

Uno siempre puede ser el pijo de otro.

(Karine Tinat. Los pijos de Madrid. Reflexiones sobre la identidad y la cultura de un grupo de jóvenes. México, El Colegio de México, 2014)

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