Algunas veces he soñado, al menos, que cuando llegue el día del Juicio Final y los grandes conquistadores y juristas y hombres de Estado vayan a recibir su recompensa –sus coronas, sus laureles, sus nombres esculpidos en mármol imperecedero--, el Todopoderoso se dirigirá a Pedro y le dirá, no sin cierta envidia cuando nos vea llegar con nuestros libros bajo el brazo: “Mira, estos no necesitan recompensa. No tenemos nada que darles aquí. Han amado la lectura.
(Virginia Woolf. “¿Cómo debería leerse un libro?”, en El lector común. Selección, traducción y
notas de Daniel Nisa Cáceres. Barcelona, Lumen, 2009)
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