lunes, 29 de abril de 2024

Ahí


Mientras discuten, te fijas en el caminito que corre por debajo del puente. Te levantas, te acercas, y te colocas debajo de la estructura.

Te sentabas ahí, con Ferran, en el bloque de hormigón. No lo habías vuelto a hacer. La gente cruzaba el puente por encima de vuestras cabezas. El espacio entre los tablones dejaba entrever las suelas, al pasar, interrumpiendo el paso de la luz. Los sonidos se multiplicaban, ahí abajo, las pisadas, el crujir de los tablones, rebotaban en el agua y en los hierros de acero, en las escuadras y las tuercas, en ese hueco misterioso, húmedo, del tamaño de una habitación. También las voces descendían, mezclándose con la humedad y adquiriendo otra textura.

Te levantas. Metes la mano entre los hierros, en un rincón de la estructura. Como si hubiera pasado un solo día, un solo instante, como si el tiempo se replegara sobre sí mismo, se concentrara en un solo punto. Un punto que está ahí, al alcance de tu mano, detrás de un par de ladrillos.

(Marc Colell. Reino vegetal. Madrid, Ya lo dijo Casimiro Parker, col. Más que narrativa, 5, 2023)

Puede que eso, saber el momento en el que alguien va a reírse de algo –tener esa certeza-, sea un atributo del amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario