sábado, 7 de octubre de 2023

Taxi


El conductor, casi un niño de nuestra edad:

--Oiga, ¿les importa si recogemos de camino a otro pasajero? Es que tengo que parar porque si no…

No terminó su frase. Otro tímido. Volantazo y marcha atrás. El taxi se detiene en una plaza en sombras, dos calles más adelante. La portezuela se abre y una oscuridad jadeante invade la cabina. Una mujer enorme cargada de bolsas se les echa encima como un desprendimiento de tierra, un alud, un cerro de mujer, hagan sitio, no empuje, me está usted clavando el, perdón, codo, haga el favor de, no me oprima, tranquilos, tranquilos, que no cunda el pánico, si será un solo momento, yo les agradezco su paciencia, que llegamos en seguida, ya estamos solos.

En marcha. Maquinaria pesada, rotondas y desviaciones, surtidores de diésel, radares de tráfico, rodamientos Ercilla, Gráficas Muñoz, por aquí, por allá, ¿dónde estamos?, no tengo ni idea, túneles de autolavado de plumaje multicolor, como guacamayos enormes, dársenas desiertas del intercambiador de autobuses con su resplandor endurecido de Gotham City, la fantasmagoría del extrarradio.

Todo aquello parecía haber sido arrojado, o vomitado con violencia, tras una gastroenteritis urbana: estos eran los restos imposibles de digerir para la ciudad, las toxinas excedentes, las sílabas del mal.

Salivazos de lluvia en el parabrisas. Cuatro gotas gordas. El taxista dio la vuelta a la cinta del radiocasete para que alguien pudiera seguir amando a alguien locamente. Al partir, un beso y una flor. Están clavadas dos cruces en el monte del Olvido.

Nadie hablaba, nadie lloraba tampoco, la giganta no pronunció ni media palabra, parecía haberse quedado dormida de inmediato, con la cabeza caída sobre el pecho; emitía un hipido nasal propio de un artículo de broma o del vapor chistoso del radiador de los dibujos animados.

Quedaban restos de nieve en algunas cornisas y piltrafas de adorno en los balcones, el taxímetro bombeaba su hemorragia de dinero hasta desbordar nuestro presupuesto, tralarí tralará, es ligero equipaje para tan largo viaje, entre unas cosas y otras pasaba de medianoche, qué va a ser de ti lejos de casa nena qué va a ser de ti. Oiga, ¿falta mucho para llegar? No se puede respirar, nos falta oxígeno, nos estamos ahogando. No, aquí es. Menos mal. Vamos, vamos.

Aquel taxi negro con su noche discográfica y su mujer avalancha desparramada sobre la tapicería.

(Eloy Tizón. “Agudeza”, en Plegaria para pirómanos. Madrid, Páginas de Espuma, 2023)

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