¿Quién si yo gritara llegaría a oírme desde los coros
de los ángeles? Y si uno de ellos acabara incluso
por tomarme en su corazón, me fulminaría entonces
su existencia más potente, pues lo bello no es sino
el comienzo de lo terrible, casi insoportable para nosotros,
que tanto lo admiramos porque impasible desdeña
aniquilarnos. Qué terribles son todos los ángeles.
Decido pues contenerme y reprimo la llamada
de un oscuro llanto. Ay, ¿a quién seremos capaces
de recurrir? No a los ángeles ni a los hombres
-y los sagaces animales empiezan a darse cuenta
de que ya no estamos demasiado seguros
en el mundo interpretado-. Tal vez nos quede algún
árbol allá en la ladera para poder verlo
todos los días. Y nos queda la calle de ayer
y esta caprichosa confianza de una costumbre
que se sintió a gusto entre nosotros y ya no se fue.
(Rainer Maria Rilke. Elegías de Duino. Nueva edición con
poemas y cartas inéditas. Edición y traducción de Adan Kovacsics y Andreu
Jaume. Barcelona, Lumen, 2022)
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