domingo, 3 de abril de 2022

José Hierro, cien años

CAE EL SOL


Perdóname. No volverá a ocurrir.

Ahora quisiera

meditar, recogerme, olvidar: ser

hoja de olvido y soledad.

Hubiera sido necesario el viento

que esparce las escamas del otoño

con rumor y color.

Hubiera sido necesario el viento.

 

Hablo con humildad,

con la desilusión, la gratitud

de quien vivió de la limosna de la vida.

Con la tristeza de quien busca

una pobre verdad en que apoyarse y descansar.

La limosna fue hermosa -seres, sueños, sucesos, amor-,]

don gratuito, porque nada merecí.

 

¡Y la verdad! ¡Y la verdad!

Buscada a golpes, en los seres,

hiriéndolos e hiriéndome;

hurgada en las palabras;

cavada en lo profundo de los hechos

-mínimos, gigantescos, qué más da:

después de todo, nadie sabe

qué es lo pequeño y qué lo enorme;

grande puede llamarse a una cereza

("hoy se caen solas las cerezas",

me dijeron un día, y yo sé por qué fue),

pequeño puede ser un monte,

el universo y el amor.

 

Se me había olvidado algo

que había sucedido.

Algo de lo que yo me arrepentía

o, tal vez, me jactaba.

Algo que debió ser de otra manera.

Algo que era importante

porque pertenecía a mi vida: era mi vida.

(Perdóname si considero importante mi vida:

es todo lo que tengo, lo que tuve;

hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido

a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,

colgado en el vacío,

sin esperanza.)

 

 

Pero se me ha borrado

la historia (la nostalgia)

y no tengo proyectos

para mañana, ni siquiera creo

que exista ese mañana (la esperanza).

Ando por el presente

y no vivo el presente

(la plenitud en el dolor y la alegría).

Parezco un desterrado

que ha olvidado hasta el nombre de su patria,

su situación precisa, los caminos

que conducen a ella.

Perdóname que necesite

averiguar su sitio exacto.

 

Y cuando sepa dónde la perdí,

quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale

tanto como la vida para mí, que es su sentido.

Y entonces, triste, pero firme,

perdóname, te ofreceré una vida

ya sin demonio ni alucinaciones.

 

(José Hierro, Libro de las alucinaciones, 1964)

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