Aún vivo en todas las viejas
direcciones,
llevo gafas oscuras, incluso en
el interior,
donde las confidencias comparten
mi cama
con los fantasmas, entrando en la
cocina
a medianoche para comprobar el
grifo.
Salgo tarde hacia el colegio y
cuando llego
nadie parece reconocerme. Permanezco
sentado, indefenso, ignorado y
vacío.
Esas pequeñas tiendas que sólo
abren de noche
donde hago mis discretas compras.
Esos cines escondidos en barrios
miserables
aún proyectan las borrosas
películas de mi vida.
El héroe, siempre lleno de
extravagante ilusión,
¿perdiéndolo todo al final –sea lo
que sea--?
Entonces salgo a la luz fría y
carente de fe
esperando a la salida con la boca
cerrada.
(Charles Simic. Mi séquito silencioso. Traducción de
Antonio Albors. Madrid, Vaso Roto, col. Poesía, 59, 2014)
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