La que me entusiasma es la
tercera invención de Caravaggio: es decir, el diafragma luminoso que hace de
sus figuras unas figuras apartadas, artificiales, como reflejadas en un espejo
cósmico. Aquí los rasgos populares y realistas de los rostros se pulimentan en
una caracterización mortuoria, y así la luz, aun estando tan empapada del
instante del día en el que está captada, se fija en una grandiosa máquina
cristalina. No sólo el Baco joven está enfermo, sino también su fruta. Y no
sólo el Baco joven, sino todos los personajes de Caravaggio están enfermos,
ellos, que deberían ser por definición vitales y sanos, tienen, en cambio, la
piel deslucida por una cenicienta palidez de muerte.
(Pasolini, Pier Paolo: "La
luce di Caravaggio" (1974), en Saggi
sulla letteratura e sull'arte (Volume II). Note a cura di Walter Siti e Silvia De Laude, con un saggio di Cesare
Segre. Milano, Mondadori, 2008)
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