Siempre es de noche, si no, no necesitaríamos luz.
(Thelonious Monk)
Somos luz, ¿sabe?, nada más que luz: somos la luz que se
les ofrece a los bateadores de críquet al final del día, los ojos brillantes
del amado, el resplandor de la cerilla de seguridad en la ventana del edificio
alto, las estrellas y nebulosas en plena gloria nocturna, la luna creciente a
través de los cables del tranvía, la lámpara de nafta brillando sobre la
carretilla del vendedor ambulante... Cuando perdimos nuestro ser etéreo y nos
encarnamos, nos ralentizamos, espesamos y congelamos en... --se agarró ambos
lados de la cara y los agitó--..., en esto. El alma misma es un recuerdo que
conservamos de los tiempos en que nos desplazábamos a la velocidad de la luz y
con su densidad. La primera etapa de nuestra Disciplina aquí consiste en
aprender cómo se recupera esa rarefacción, esa condición luminosa, para ser de
nuevo capaces de ir a donde deseemos, a través de los cuernos de linterna, a
través del cristal y, con el tiempo, aunque corramos el riesgo de partirnos por
la mitad, a través del espato de Islandia, que es una expresión en cristal de la
velocidad de la Tierra mientras corre por el Éter, alterando las dimensiones y
creando una refracción doble... --Se detuvo ante la puerta--. Coma algo, es usted
un buen chico.”
(Thomas Pynchon. Contraluz. Traducción de Vicente Campos.
Barcelona, Tusquets, col. Andanzas, 724, 2010)
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