cuando menos lo esperas. Puede pasar que
vayas
por la calle, deprisa, porque se te hace
tarde
para echar una carta en correos, o que
te encuentres en tu casa por la noche,
leyendo
un libro que no acaba de convencerte;
puede
acontecer también que sea verano
y que te hayas sentado en la terraza
de una cafetería, o que sea invierno y
llueva
y te duelan los huesos; que estés triste
o cansado,
que tengas treinta años o que tengas
sesenta.
Resulta imprevisible. Nunca sabes
cuándo ni cómo ocurrirá.
Transcurre
tu vida igual que ayer, común y
cotidiana.
"Un día más", te dices. Y de
pronto,
se desata una luz poderosísima
en tu interior, y dejas de ser el hombre
que eras
hace sólo un momento. El mundo, ahora,
es para ti distinto. Se dilata
mágicamente el tiempo, como en aquellos
días
tan largos de la infancia, y respiras al
margen
de su oscuro fluir y de su daño.
Praderas del presente, por las que vagas
libre
de cuidados y culpas. Una acuidad
insólita
te habita el ser: todo está claro, todo
ocupa su lugar, todo coincide, y tú,
sin lucha, lo comprendes.
Tal vez dura
un instante el milagro; después las
cosas vuelven
a ser como eran antes de que esa luz te
diera
tanta verdad, tanta misericordia.
Mas te sientes conforme, limpio, feliz,
salvado,
lleno de gratitud. Y cantas, cantas.
(Eloy Sánchez Rosillo. La vida. Barcelona, Tusquets Editores, 1996;
también se lee en Las cosas como fueron
(Poesía completa, 1974-2003). Barcelona, Tusquets Editores, 2004, y en Hilo de oro. Antología poética, 1974-2011.
Edición de José Luis Morante. Madrid, Cátedra, col. Letras Hispánicas, nº 740,
2014. Imagen: La lectora, óleo sobre lienzo de Isabel Guerra)
Y CANTAS, CANTAS
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