Para comprender adecuadamente el ejercicio que propone Séneca,
hay que recordar las correspondencias establecidas tradicionalmente entre los
diferentes ciclos del tiempo: los momentos del día desde el alba al crepúsculo
se relacionan simbólicamente con las estaciones del frío --de la primavera al
invierno--; y estas estaciones a su vez se relacionan con las etapas de la
vida, de la infancia a la vejez. EI ejercicio de la muerte tal como es evocado
en algunas cartas de Séneca consiste en vivir a lo largo de toda la vida como
si ésta fuese tan corta como un solo día y en vivir cada día como si toda la
vida estuviera contenida en él; cada mañana uno debe estar en la infancia de su
vida, pero ha de vivir a lo largo de todo el día como si la tarde viniera a ser
e! momento de la muerte. «En el momento de ir a dormir, dice en la carta duodécima,
digamos, con alegría y con el rostro sonriente: he vivido.» Es ese mismo tipo
de ejercicio en el que pensaba Marco Aurelio cuando escribía que «la perfección
moral comporta que se pase cada día como si fuese el último». Quería incluso
que cada acción se realizara «como si fuese la última».
(Michel Foucault. Estética,
ética y hermenéutica. Obras esenciales. Volumen III. Introducción,
traducción y edición de Ángel Gabilondo. Barcelona, Paidós, 1999)
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