Un perro intentando escribir un poema sobre por qué ladra,
¡ese soy yo, querido lector!
Estaban a punto de expulsarme de la biblioteca
pero les previne,
mi dueño es invisible y todopoderoso.
Aun así, continuaron tirándome del rabo para echarme.
En el parque los pájaros hablaban libremente de sus propias
vejaciones.
en un banco, vi cómo una señora mayor
se cortaba el pelo
blanco y rizado con tijeras imaginarias
mientras se miraba en un pequeño espejo
de bolsillo.
No dije nada entonces,
pero aquella noche permanecí desplomado en el suelo,
mordisqueando un lápiz,
suspirando de vez en cuando,
gruñéndole, también, a algo de ahí fuera
que no sería capaz de nombrar.
(Charles Simic. Mi séquito silencioso.
Traducción de Antonio
Albors.
Madrid, Vaso Roto, col.
Poesia, 59, 2014)
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