En
el nombre de raza jubilosa de la cebra (hembra y macho); en el nombre de torpe
movimiento del elefante (macho y hembra); en el nombre soberano del tigre,
dulce de la gacela, mortal de muerte negra de la cobra; en nombre de la fauna
de la selva de ignoto instinto e ignorado destino.
En
nombre de la estrella polar y de los círculos ártico y antártico; en nombre del
lucero del alba y las constelaciones pitagóricas, serenas y acordadas; en el
nombre de las mareas, del tifón gris, del maremoto terrible, de la luna, del
cachorrillo de oso de los hielos.
En
el nombre de la bellota negra, la cebolla contrita, los fundamentos del ajo y
el aceite; en el nombre rizado del perejil; en nombre del maíz de espiga
promisoria; en nombre de las varias dulzuras del ancho repertorio orquestal de
los frutos de las cuatro estaciones; en nombre de los frutos extraños, el
aguacate, la chirimoya, el mamey, la papaya y el mango, y otras carnes
melífluas de los trópicos, así como de los almibarados y admirables, jugosos y
salvajes frutos ecuatoriales.
En
nombre de los vientos sagrados de bellísimo nombre: el aquilón, el bóreas, el
austro, el cierzo, el siroco, el pampero, la brisa que soplaba en las lecturas
de Paolo y Francesca, la que ondulaba las cortinas del cielo de Buda y la
Gioconda.
En
nombre de las aves de ornato, aves de ex-libris, ceremoniales, de atrevido
diseño, el pavo real, la cigüeña, la garza, la lechuza, el pelícano, la
cacatúa, el loro, el papagayo, el halcón y hasta inclusive el cisne de las
mitologías.
En
nombre de las partes pudendas, el pene enhiesto, la vagina fragante, los
testículos en su zurrón de cuero deleznable, y aún la geografía de la erogenia
y sus osados huecos y promontorios. En nombre de la cópula sagrada y de la
suave lengua y sus designios sorpresivos.
En
nombre del nacimiento, la muerte y la resurrección de los lobeznos humanos, y
de los dioses de perfil podrido.
En
nombre de las guerras, pestes y otros desastres naturales o del laboratorio de
la muerte sin nombre.
En
Tu nombre.
En
tu nombre, Mujer de sílabas silentes. Hembra, Mujer, Esposa, Hermana putativa e
incestuosa, Madre de los secretos de mi sangre y de la sangre de mi sangre,
Cómplice de ignominia y dolor, y Camarada del desvelo y hembra de carne y hueso
de mis urgentes escozores.
En
Tu nombre, como creyente de Tu nombre sin tretas, Novia perfecta, inacabable,
me pongo de rodillas.
(José
Viñals. Animales, amores, parajes y
blasfemias. Valencia, Germanía, 1998)
No hay comentarios:
Publicar un comentario