Por
una vieja e inmutable tradición del universo, Dios festeja Su cumpleaños con un
suntuoso y bien provisto Té al que acuden como únicos invitados los monos.
Nadie sabe, ni podría saberlo en esas regiones intemporales, cuándo nació esta costumbre,
pero se ha vuelto una efeméride en el gran año del Todo, se la espera como una
fatalidad, parece que no va allegar nunca, pero llega, puntual, y el Té tiene
lugar. Se dice, y es bastante verosímil, que originalmente su razón fue
negativa: no se habría tratado tanto de invitar a los monos en tanto monos,
sino de no invitar a los hombres. Los monos son un sarcasmo, una especie de
desaire del Señor, deliberado y rencoroso (en el mejor de los casos: irónico),
a una humanidad que Lo defraudó. Es muy probable. Pero una vez que empezó a
funcionar de esa manera quedó aceptado al modo de una tradición ancestral, sin
un sentido claro pero con el absurdo diluido o asimilado en la contundencia del
hecho.
(César Aira, “El Té de Dios”, en Relatos reunidos,
Barcelona, Mondadori, 2013. César Aira en la imagen)
(César Aira, “El infinito”)
No hay comentarios:
Publicar un comentario