Al final
todos
nos encontraremos.
todos
nos encontraremos.
(Ryszard Kapuscinski)
Se cumple hoy un año de la muerte de Ryszard Kapuscinski, con quien recorrimos y soñamos África leyendo Ébano, Desde África o África en la mirada, reconocimos una vez más la injusticia y la tiranía en El Sha o la desmesura del poder, El Emperador o El Imperio, aprendimos verdad y dignidad con Lapidario IV, Un día más de vida, Los cínicos no sirven para este oficio: sobre el buen periodismo, El mundo de hoy: autorretrato de un reportero, nos dejamos caer para volar en su reciente Poesía Completa, y atravesamos las fronteras sin abandonar Viajes con Heródoto, donde leemos que frente a nuestra memoria contemporánea, colectiva y almacenada en archivos y bibliotecas, hace 2500 años el individuo era el depositario de la memoria, y fue Heródoto el primero que se preocupó de aúnar las historias y remembranzas de los individuos. Gozosamente obligado a caminar hacia aquello que había sido recordado, el historiador griego recorrió innumerables caminos, visitó remotos pueblos y aldeas, y vivió en multitud de lenguas que no hablaba y, sin embargo, comprendió y fue comprendido. Reportero infatigable, delicado jardinero de memorias ajenas, buscaba a personas con historia, se sentaba junto a ellas, preguntaba y escuchaba, memorizaba, acaso tomaba algunas notas. Caminar, ver, escuchar, recordar, memorizar. Porque el verdadero tesoro es el camino. E imagino --el viaje tantas veces soñado-- a Heródoto saltando de isla en isla, cruzando la inmensidad del desierto persa, refrescando sus pies de eterno caminante en las aguas del mar Egeo, como Kapuscinski, mientras reflexiona y dibuja en su mente la batalla de las Termópilas, los jóvenes valientes caídos en Salamina, el sueño de alguna princesa de Babilonia, coronado de noche y estrellas.