Te habías quedado dormida
a mi lado y tus cerrados
ojos estaban tan bellos
en la penumbra los dedos
de una mano se curvaban
lo mismo que los de un niño
contra la mejilla
yo escuchaba la cadencia
de tu aliento ese vaivén
lo hice mío con el tuyo
un solo aliento los dos
(James Laughlin. Poemas de amor. Traducción de Juan Antonio
González-Iglesias. Pórtico de Jacques Darras. Santiago de Compostela, Linteo,
2007)
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