Me tuve que morir para saber si
me querían. En vida, nunca fui demasiado popular, y eso me creó un problema de
autoestima que combatí con mucha disciplina y poco éxito. En casa, si yo no
iniciaba la conversación, ni mis hijos ni mi mujer sentían la necesidad de
decirme ni mu, más allá de los comentarios estrictamente funcionales. En el
trabajo, si me ponía enfermo, nadie me echaba de menos. Quizá por eso no me
sorprendieron las reacciones que produjo mi muerte.
(Sergi Pámies. Si te comes un limón sin hacer muecas. Barcelona,
Anagrama, 2007)
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